No dormimos muy bien en el refugio del Teide pues nos embargaba la expectación. Antes de que amaneciera partiríamos para ver salir el sol desde la cima y a todos nos emocionaban aún las palabras del montañero más veterano:
-Si tenemos buen tiempo podremos ver Gran Canaria, Gomera, Hierro y La Palma, aunque no es fácil. Miren, yo he estado en esta cumbre más de veinte veces y sólo una pude contemplar las siete islas del archipiélago. ¡Ése fue el día más feliz de mi vida!.
-Si tenemos buen tiempo podremos ver Gran Canaria, Gomera, Hierro y La Palma, aunque no es fácil. Miren, yo he estado en esta cumbre más de veinte veces y sólo una pude contemplar las siete islas del archipiélago. ¡Ése fue el día más feliz de mi vida!.
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La suerte no se repitió, pero nadie quedó defraudado. El Teide es el símbolo de las Canarias, domo el Fuji lo es del Japón o el Kili del este de África. Un volcán rejuvenecido por sus erupciones que todavía azufra las ropas de quienes se asoman a su cráter y que encarna al espíritu protector de la isla.
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Juventud es la palabra clave cuando se habla de Tenerife. Aunque muchos canarios van a la universidad en Madrid, Granada o Barcelona, la mayoría se quedan en La Laguna. Savia abundante. En las islas la natalidad es alta, cosas del clima dicen, tan óptimo para el crecimiento del plátano y la papaya. Y los jóvenes canarios saben disfrutar de la vida como pocos. Organizan festivales de música o de apoyo a Cuba que duran varios días. Improvisan de madrugada una fiesta masiva en una casa de campo como epílogo a un concierto en la ciudad. La arman junto a los mayores en cada Carnaval. No viven del recuerdo de Woodstock.
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