domingo, 27 de abril de 2008

5) gran canaria. actualidad en la prensa

Teror es un hermoso pueblo de media montaña en Gran Canaria, célebre por albergar en su iglesia a la Virgen del Pino, patrona de la isla. La imagen de la Virgen condensa las fuerzas de la madre tierra y la buena fe de la gente. El hechizo de su nombre hace crecer también a una gigantesca conífera que sobrepasa el santuario. Paseando por sus alrededores se admira la genuina arquitectura insular, con los balcones de madera labrada, y se atisban los atrayentes patios, invadidos por las plantas, los pájaros y el frescor.
*
Pero en ese momento frescor sonaba a palabra mágica. Estábamos en la casa de campo que mi tío Paco tenía en Teror, una edificación secular, con muros de tres palmos y vigas de recio pino canario. Mediodía de verano. Acabábamos de comer y afuera acechaba un calor espantoso. Ni las cigarras hacían su trabajo. Yo volvía de un viaje por las islas occidentales y soñaba con sestear un poco, barajando lo vivido. Mas Paco -gordo, sesentón, con su Audi aparcado en el cañaveral-, no estaba para modorras. Su energía siempre eclipsaba a la de los jóvenes. Cogiendo dos azadones disipó mis reticencias con una sola frase:
-Hay que castigar al cuerpo.
*
Y hay que tener amigos o familiares en Gran Canaria para amar a esa isla, indudablemente, la más destrozada de todas. Si se llega de noche, con el vuelo más barato, el primer impacto son las chimeneas y las nubes de la depuradora de aguas. Quemando petróleo se destila el agua del mar y el vapor genera electricidad. Es una imagen industrial, bladerrunesca, en una autopista sinuosa donde los coches arriesgan más de la cuenta. Anuncio de la gran capital.
*
En Las Palmas, a pesar del atractivo de la Playa de las Canteras, la arquitectura repele la mirada. Impúdicos bloques de hormigón se encaraman por los barrancos, cuarteles de la época de Sidi Ifni rematan los brazos de la bahía, mientras un muro de carreteras separa la embotellada ciudad del mar. Cincuenta kilómetros al sur se cosecha el dinero de la industria del ocio a costa de poner el paisaje patas arriba.
*
Pero Gran Canaria guarda alicientes. El primero, la gente, en cuyas pupilas se percibe un cálido destello, hijo del trópico y el afecto por el vecindario. Luego los valles del interior, con un dédalo de empinadas carreteras que llevan de hito en hito: la abismal caldera Bandama, el pinar de Tamandaba, los esbeltos roques -Bentaiga y Nublo-, el audaz risco de Faneque, o el alucinante barranco de Tirajana, donde algunos jóvenes que fueron a la India por tierra se han hecho padres de familia sin tener que firmar letras.
*

No hay comentarios: